A Bora Milutinovic el coronavirus lo dejó varado en Qatar, lejos de la familia radicada en la Ciudad de México y de su amigo Radomir Antic, recién fallecido en Madrid (6 de abril). Bora y Antic crecieron en los años 40, entre la posguerra de Yugoslavia, donde los niños ahora serbios se acostumbraron al encierro y a las interminables horas frente a un viejo tablero de ajedrez. Así crecieron, así se hicieron jugadores del Partizán de Belgrado. Bora en la media cancha y su amigo en la defensa, aunque en diferentes épocas. Cuando partieron a otros mundos, el primero terminó en México, mientras que el más joven voló a Madrid. Siempre que se veían jugaban ajedrez, hasta los últimos días de Radomir, quien murió a causa de cáncer en el páncreas que lo mantuvo encerrado en sus últimos días.
Bora –vía telefónica- confiesa su frustración al no poder moverse de Qatar, “pues no hay vuelos a ninguna parte del mundo. Imagínate, no puedo ir a Madrid para despedir a mi paisano Rado y me tengo que conformar con mandar un mensaje a su familia. Tampoco puedo regresar a México donde está mi familia. Sólo me queda comunicarme por teléfono y saber que todos están bien”.
El serbio de 75 años vive en un departamento, donde mata el tiempo jugando ajedrez en una tablet, retando a la computadora y a uno que otro amigo serbio a la distancia. Pregunta al reportero qué tanto sabe mover el rey y el caballo, busca rivales ante el tedio. A veces, cuando lo considera prudente, sale a caminar por unos minutos.
“Yo era cuatro años mayor que Radomir, a quien conocí en el Partizán de Belgrado. Mi hermano Milos, uno de los mejores jugadores de Yugoslavia, fue su entrenador e informalmente su maestro de ajedrez. En la época del mariscal Tito era común el tablero entre los estrategas de futbol, por eso no es raro que serbios como Antic y yo viajemos por el mundo con caballos, torres y reinas”.
Velibor Milutinovic vivió en un poblado llamado Bajina Basta, a un par de horas en auto de Zitiste, a donde solía viajar en ocasiones para retar a su paisano a una partida de ajedrez, cuando ambos pertenecían al club Partizán. “El nivel de juego en el tablero era alto en Yugoslavia. ¿Quién era mejor? Ambos nos defendíamos”.
Recuerda Bora que en aquellos años de la posguerra, muchas familias de Yugoslavia carecían de zapatos y comida. Había muchos huérfanos y la ideología del mariscal Tito dividía al pueblo.
“De mis padres recuerdo muy poco, pues mi papá murió durante la Segunda Guerra Mundial y mi mamá se apagó con la tuberculosis. Así que nos fuimos a vivir con unos tíos, mis hermanos Milos, Milorad y yo. En tiempos de guerra, encerrados, no había más que entretenerse con un tablero de ajedrez. A veces jugábamos a las cartas”.
Comenta Milutinovic que, como muchos futbolistas yugoslavos en los años 40, él y Antic partieron a otros territorios. Rado se fue a Madrid y yo terminé en México con los Pumas en Ciudad Universitaria. Ahí nos hicimos estrategas y nos entusiasmaba la idea de, algún día, enfrentarnos en una cancha de futbol. No sucedió.
Desde Qatar, Velibor vuelve a encerrarse con una tablet, moviendo las piezas negras ante rivales a distancia. Muchas veces es la computadora la que acepta el desafío. El técnico europeo espera que el coronavirus no lo atrape.
A la memoria llegan recuerdos de la vieja Yugoslavia, sin permiso de salir a las calles por la guerra. Centrarse en un tablero con cuadros blancos y negros lo remonta a su niñez, cuando tenía cinco años y de puntas alcanzaba a ver las partidas en casa de sus tíos.
“Era tanto el tiempo de encierro que poco a poco se iban perdiendo piezas y las faltantes eran reemplazadas por figuras hechas con corchos de botellas a la usanza del otrora campeón serbio Svetozar Gligoric, Gran Maestro en tiempos de la Segunda Guerra Mundial”.
Explica que “así te ibas haciendo buen ajedrecista, pues se acostumbraban las retas y el objetivo era quedarse sentado frente al tablero la mayor parte del tiempo. Tenías que ser el mejor”.
Jugadores de los años 70 en Ciudad Universitaria como Miguel Mejía Barón, Héctor Sanabria, el Gonini Arturo Vázquez Ayala, Aarón Padilla y más tarde Cabinho se acostumbraron a mirar al mediocampista yugoslavo asomarse a los vestidores de los Pumas con un tablero bajo el brazo. Eran pocos los que aceptaban el reto ante el yugoslavo. “¡Puro pichón!”, exclama Bora, refiriéndose exclusivamente al ajedrez.
Y, entre otros rivales, el veterano de 75 años recuerda al alemán Lothar Matthaus, la china Zhu Chen y el jeque de Qatar Hamad bin Khalifa al Thani, quien está entre los 20 hombres más ricos del mundo y quien está detrás del Mundial Qatar 2022.
“Zhu Chen era campeona del mundo cuando yo era técnico de la selección china. Me destrozó. Al jeque Hamad está prohibido mirarle a los ojos y hablarle, incluso para sus decenas de mujeres”. Bora ha pasado horas en el palacio musulmán hablando de futbol y jugado ajedrez, mientras la servidumbre y guardias, ‘ciegos y mudos’, hacen su trabajo de manera invisible. Contesta un poco en broma que ¡al patrón no se le puede ganar!”.
Antic y Bora estuvieron cerca de enfrentarse, cuando eran jugadores, en una cancha de futbol. Lo contó Radomir Antic en una de sus últimas entrevistas como entrenador de futbol.
“La única vez que estuvimos cerca de enfrentarnos fue en 1967, cuando yo jugaba en el Partizán y Bora en Mónaco. Llovía tanto y la cancha de ellos estaba tan mal que el árbitro decidió suspender el partido. Nos quedamos con las ganas”.
Luego recuerda Bora que esperaban encontrarse en el Mundial de Sudáfrica 2010, cuando Antic dirigía a la selección de Serbia, mientras que Bora estaba al mando de Irak. “Un año antes se celebró la Copa Confederaciones en Johannesburgo, donde participé con Irak. Allí estuvo Radomir como observador de posibles rivales en el mundial. Nos deseamos suerte con nuestras respectivas selecciones en Sudáfrica 2010, esperando que el destino nos pusiera en la misma cancha”.
La Serbia de Antic calificó al mundial, donde perdió ante Ghana (1-0), venció a Alemania (1-0) y perdió frente a Australia (2-1). Irak y Bora no asistieron a la gran fiesta.
“La última vez que nos vimos fue el año pasado en Madrid, otra vez para charlar de futbol, contar malos chistes y jugar ajedrez, como en los tiempos de chamacos. Mi paisano ya estaba enfermo y en realidad lamento su partida”, confiesa Bora.
FUENTE: EXCÉLSIOR